Carlos Enrique: Arnoldo Gabaldón, histórico enemigo del mosquito
Varios
portales de historia recogen que los primeros años de Venezuela en el siglo XX, en
materia de saludpública, fueron de atraso y desigualdad, dos conceptos impulsados por
el gobernante de entonces Juan Vicente
Gómez, caudillo que administró el país como su bodega personal desde 1908
hasta 1935, su gestión solo se encargó de mantener ignorante a la población,
aplastando cualquier foco de disidencia, desviando la vista de los problemas
que quejaban a la ciudadanía matándola silenciosamente, y es que aunque muchos
no lo crean, el conocimiento
científico que este desestimó por mucho, en diversas
situaciones salvó
vidas.
Para entonces,
la población venezolana era
azotada por la malaria, una enfermedad ocasionada por el parásito plasmodium y transmitida por la picadura de un mosquito
infectado, estos asuntos eran tan esenciales en aquella nación tan demorada que
venía del militarismo de una sociedad estancada, carente de vitalidad y de
nuevas erudiciones en prácticamente todos los ámbitos de la actividad científica.
No fue sino
hasta la muerte del dictador andino que las autoridades decidieron confrontar
el problema sanitario reestructurando administrativamente algunos
departamentos, creando así el Ministerio
de Sanidad y Asistencia Social, que estaría a cargo del doctor Santos
Aníbal Dominici, integrante del movimiento
renovador de la medicina venezolana de comienzos del siglo XX, del cual
formaron parte nada más y nada menos que los doctores Luis Razetti, José
Gregorio Hernández, Pablo Acosta Ortiz y Francisco Antonio Rísquez.
Dominici
contactaría y reclutaría al doctor Arnoldo
Gabaldón Carrillo, como jefe de la Dirección Especial de
Malariología, para entonces el galeno acababa de completar su doctorado en
Ciencias de Higiene en la prestigiosa Universidad Johns Hopkins de los Estados
Unidos de América. Entre sus primeras acciones, se dirige a los llanos de Monay
en su Trujillo natal, donde estudió la magnitud real del problema.
Allí
se da cuenta lo difícil que es profundizar en el conocimiento de la infección,
era preciso inducir cambios en los hábitos y costumbres de pobladores en
aquellos campos de soledad extendidos por toda la geografía nacional. Unido al
hecho de la débil infraestructura sanitaria heredada del gomecismo.
Gabaldón puso
en práctica los conocimientos obtenidos en Estados Unidos e inició la selección
y capacitación del personal, también buscó los recursos indispensables para dar
cumplimiento a las tareas y metas trazadas en los diferentes programas,
tampoco dudó en usar el disclorodifenil tricloroetano mejor conocido como DDT, un compuesto para
insecticida para aniquilar al mosquito y quinina para los enfermos,
declarándole la guerra sin tregua a la plaga que azolaba pueblos enteros.
El
médico mencionado logró hacer lo que no pudo ni EE.UU o las naciones
autoridades dependientes de la URSS, erradicar casi por completo la enfermedad,
acción que le valió un reconocimiento por parte del gobierno democrático de
Rómulo Betancourt en el año 1959.
Para esa misma
fecha las estadísticas cerraron con tan solo 911 casos confirmados de
paludismo, la menor cifra anual que había tenido el país, por lo que le fue
dedicado un monumento en su tierra natal, de un mosquito muerto tallado a la
entrada de la localidad
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